Libre elección de la gracia de Dios

La doctrina de la libre elección

La elección es una dádiva de Dios que puede ser aceptada con fe o rechazada a causa de incredulidad.
Nadie puede ganarse la elección mediante sus obras o, mucho menos, pretender tener derechos sobre ella; la elección, además, no puede ser explicada con la razón. La elección divina es y será un misterio de Dios, que solamente puede ser entendido con la fe. Dios la concede a aquellos que Él ha escogido a tal efecto (Ro. 9:10-20).

El hombre no es forzado a aceptar o afianzar la elección de Dios. Constituye su propia decisión si él desea creer y seguir el llamado divino, y cumplir fielmente las tareas que le han sido asignadas.
En este contexto, existe un área de tensión entre la elección de Dios por gracia, que es independiente de la conducta humana, y la libre decisión del hombre de aceptar o no esa elección. Esta tensión no se puede resolver racionalmente.

Dios elige a los seres humanos para su propia salvación y para la salvación de otros. Ellos son escogidos para colaborar en su plan de salvación. Cuando Dios elige a alguien, esto va ligado a una tarea o propósito.
Así, son llamados y elegidos para ser cristianos aquellos que están bautizados y que se confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador. Ellos deben transmitir el Evangelio. Esos cristianos renacidos de agua y Espíritu han recibido además las condiciones previas para la primogenitura. Entre ellos es preparada la novia de Cristo para conformar en el reino de paz el sacerdocio real

De ninguna manera puede derivarse de la doctrina de la elección, que las acciones del hombre están predeterminadas y que no tiene ningún poder de decisión. Esta posibilidad es un elemento esencial de la existencia humana. Tampoco es motivo para deducir que la elección de una persona para formar parte de la comunidad nupcial significa el rechazo de otros que no han sido elegidos para tal propósito. Antes bien, la salvación está abierta en el futuro a todas las personas, hasta llegar a la comunión eterna con Dios en la nueva creación.

Aceptar la elección con fe significa seguir a Jesucristo en forma coherente. La elección también tiene consecuencias escatológicas: Cuando Jesucristo como Rey de todos los reyes establezca su reino de paz, a su lado el sacerdocio real anunciará las buenas nuevas de la salvación en Cristo a todos los hombres. Han sido elegidos para este próposito los que tuvieren parte en la Primera Resurrección (Ap. 20:6).

El afianzar la elección se pone en evidencia aceptando la gracia y siendo fiel a Dios y su Obra.
La elección es un acto de amor de Dios; Él es fiel a sus escogidos. Ninguna influencia externa los podrá separar del amor de Dios (Ro. 8:29 y 37-39).

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