SANTIAGO 1:12-18
INTRODUCCIÓN:
2 SAMUEL
12:1-13
Este pasaje nos narra la reprensión
de Dios por medio del profeta Natán hacia el rey David, recordemos que el
pueblo de Israel estaba en campaña militar y David tenía una responsabilidad la
cual había hecho a un lado por simple ociosidad, descuidó su ocupación y poco a
poco fue cayendo en una serie de pecados que terminaron incluso en muerte. Sin
embargo cuando es confrontado por Natán y su parábola, David olvida su pecado y
acusa de muerte al hombre rico que se aprovechó del pobre, no se dio cuenta si
no hasta que Natán le dijo que era él mismo aprovechándose de Urías el Hitita.
Por la palabra de Dios por medio de Natán, David reconoce su pecado y Dios lo
perdona, sin embargo las consecuencias de su pecado se vieron reflejado en
muchas calamidades hacía su familia.
SANTIAGO 1:12-18
En esta ocasión Santiago nos
muestra una serie de principios que nos ayudarán a vencer la tentación y así
evitar lamentaciones por causa del pecado.
Vs. 12. Primeramente vemos una gran
bienaventuranza para aquellos que perseveran bajo la prueba (situaciones que
nos depara la vida y que brindan ocasiones para mostrar una fe genuina capaz de
soportar las adversidades) y aquellos que soportan, son aquellos que han
producido paciencia, que sería la capacidad de resistencia manteniendo la
integridad. Entonces como primer principio decimos que: una prueba viene de parte de Dios para ayudarnos a crecer, madurar y
avivar nuestra fe.
Vs.13. Cuando uno empieza a sufrir,
piensa en sí mismo y en su problema, se le olvida el amor de Dios, su plan, su
protección y en lugar de buscar una razón, buscan una excusa, un culpable. ¿Qué
hubiera pasado si cuando el hijo de David cayó enfermo (2Sa. 12:15) en lugar de
humillarse e implorar por su recuperación hubiera renegado contra Dios? O le
hubiera reclamado algo? Incluso le hubiera echado la culpa a Dios?
Cada persona es responsable por las consecuencias de sus malos actos.
Dios no tiene la necesidad de tentar a nadie.
Vs.14-15. La fuente de nuestra tentación es nuestro propio deseo malo. El
propio hombre trae el pecado por causa de sus deseos malos; ni Dios, ni el
sufrimiento, ni Satanás, ni el presidente ni el gobierno ni absolutamente nadie
merece la culpa por las malas actitudes. Las pruebas nos dan una oportunidad,
Satanás o el mundo acerca la tentación; el pecado les atrae, pero ellos mismos
ha hecho la decisión con base en sus propios deseos.
Recordemos los pasos de la caída de
David (2Sa. 11:1-27)
1. Él descuidó su ocupación; como Rey
activo, él tenía que estar en el frente de Batalla, dirigiendo los movimientos
de guerra, sin embargo estaba en su palacio. Nuestra ocupación como creyentes
es ser sobrios y velad, porque nuestro adversario el diablo, como león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (1Pe. 5:8-9) cuando nos
descuidamos en velar por nuestra salud espiritual es cuando llegan las
tentaciones.
2. Miradas Errantes; los ojos no solo son una
ventana al alma, sino una entrada de muchos pecados; una mirada llevó a la
concupiscencia, la concupiscencia al adulterio, el adulterio a la mentira, y la
mentira al asesinato de un valiente soldado. Si nuestros ojos se desvían de los
planes de Dios, nuestros corazones y pies también se desviarán. No dejemos de
orar: “No nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal.”
3. Pensamientos ociosos; La pereza
da mucha ventaja al tentador, el puritano Thomas Watson escribió “Una persona
ociosa es la pelota de tenis del Diablo, a la que él lanza arriba y abajo con
la tentación, hasta que finalmente comienza a jugar”. El enemigo del alma esta
merodeando constantemente, buscando lugares para atacar. Por tanto, es
imperativo que no descuidemos nuestro deber de velar, que estemos siempre
equipados con la armadura y el arsenal que Dios nos ha provisto, y que peleemos
esforzadamente la buena batalla de la fe.
Vs. 16-18 Dios da todo lo necesario para enfrentar las pruebas: “Amados Hermanos
no os engañéis” ¿Quién es el Dios al que confesamos? ¿Quiénes somos nosotros?
¿Qué clase de fe profesamos? Muchas veces nos sentimos solos en medio de una
tempestad que nos ahoga, en la que el Señor parece estar “durmiendo” o quizás
ausente, pensamos que por ser cristianos, creer en Dios o ir a una iglesia,
pondría fin o daría cierta ventaja ante los sufrimientos de esta vida y es ahí
cuando nos preguntamos ¿por qué a mí?
Dios es la fuente de toda buena
dádiva, de los dones más perfectos, no de las malas actitudes, lo que Dios
manda siempre es para el bien aunque a veces veamos demorar. Además por medio
de su palabra nos otorga el perdón tras un reconocimiento de pecado y un
arrepentimiento genuino, nos otorga una nueva vida para ser “primicias de su creación”
y esto es: ser ejemplo para otras personas
Finalmente es importante también
recalcar que el amor de Dios trasciende mucho más allá que el pecado y que
justamente fue ese mismo amor, gracia y misericordia divina a la que David
apeló, mostrando sumo arrepentimiento y humillación por su pecado y es así que
podemos leer ese salmo que David escribió compungido por su pecado (Salmo 51) y
tomarlo como oración propia para el arrepentimiento de nuestros pecados.
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